Huida II
11:56
Wendy limpiaba y cocinaba para el anciano e iba a comprar
con su coche cada vez que este necesitaba algo.
El viejo no salía, de hecho se pasaba casi todo el tiempo en
su despacho o en su biblioteca metido entre libros. En la segunda semana
comenzaron las cosas raras.
De pronto el anciano se ponía más y más nervioso por las
noches y en cuanto la luz se oscurecía la obligaba a cerrar las contraventanas y
los cristales a pesar de ser primavera. También le prohibió que ni siquiera se
asomara a ninguna una vez que la luz se fuera y de pronto pro las noches se encerraban
en el sótano, con sus libros y con tizas, velas y objetos extraños que sacaba
de sus expositores y su bastón.
Comenzó a ponerse nerviosa pero aun así continuo con su
trabajo.
La joven se deja caer
contra un árbol llorando mientras se tapa la cara con las manos desconsolada.
El ruido de los tres
bastones golpeando el suelo sigue sonando unos segundos hasta que al fin se
detienen a unos metros delante de ella. Se encoge esperando que en cualquier
momento ocurra algo malo para ella.
Pero los segundos
pasan en un silencio solo interrumpido por el soplo del viento. Al fin Wendy se
quita las manos de delante de la cara y vi frente ella a tres hombres vestidos
iguales y con el rostro atrapado en sombras que parecen estar mirándola en
silencio. Ella intenta retroceder más contra el árbol y de pronto se encuentra
cayéndose de espalda sobre el suelo.
Un sonido chirriante
suena en la noche.
Las sombras ríen.
Los gritos nocturno se convirtieron en algo que se repetía
cada noche. Wendy apenas dormía y empezó asustarse de veras, intentó hablar con el viejo pero sin ningún resultado.
Él insistía en que eso era necesario. ¿Para qué? No podía
decírselo pero sus ojos verdes parecían aterrados cada vez que sacaba el tema.
Entonces una noche la chica decidió desobedecer lo y dejo la
ventana de su cuarto en la planta baja con las contraventanas abiertas y sin
echar las cortinas cuando era de noche, mientras se cambiaba creyó ver algo con
el rabillo del ojo y al girarse le
parecía ver la cara del viejo llena de arrugas y con la frente cubierta por el
pelo canoso largo que la miraba con deseo en sus ojos oscuros.
Lanzó un grito asustada y el hombre desapareció y surgió
fuera hecha una furia se encontró al viejo en el salón encendiendo la chimenea
y le increpo que la había espiado. Para su sorpresa el anciano se puso hecho
una furia porque las contraventanas estuviesen abiertas. Se pasó el resto de la
noche encerrada en su cuarto mientras escuchaba a su patrón alejarse hacia el
bosque donde no volvió hasta el alba.
Durante el desayuno parecía más viejo que la noche anterior.
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