Abandonamos nuestros sueños por miedo a poder fracasar, o lo que es peor, por miedo a poder triunfar
La pequeña cocina
estaba en la penumbra de la escasa luz anaranjada del crepúsculo que se
colaba a través de la persiana bajada
hasta la mitad.
Los armarios y el mármol en su dÃa fueron blancos pero que
ahora son amarillentos, al igual que la cocina de tres fogones, que el paso del
tiempo y la suciedad se habÃan ocupado de que su aspecto impoluto de cuando
salió de la fábrica ya no fuese ni un vago recuerdo en la mente de su dueño.
Junto a ellos una pequeña mesa redonda de madera con las
patas de hierro manchado de oxidación y topado por un viejo hule con el dibujo
de flores. Y a su alrededor se disponÃan tres sillas a juego con ella. En ellas
se encontraban tres ancianos sentados con las manos apoyadas en la mesa y en
silencio sus ojos se miraban los unos a los otros esperando a que uno hablara:
-Hemos tenido una buena vida.-Declaró el que estaba más
cerca de la puerta al fin.
TenÃa la cara redonda y el pelo blanco completamente largo hasta
el cuello.
-Desde luego- afirmo el que estaba a su izquierda con el
pelo rubio de un color apagado y sin vida desde hacÃa mucho y un rostro afilado
con arrugas alrededor de los ojos azules y turbios por la edad-, una vida llena de recuerdos es una
buena vida.
-Pues yo creo que podrÃa haber sido mejor.-Declaró el
tercero un hombre calvo y con el rostro cuadrado lleno de arrugas y una
mandÃbula firme.- Tenemos recuerdos pero hace mucho que no tenemos sueños…
El silencio descendió sobre la cocina de nuevo mientras los
otros ancianos clavaban sus ojos fatigados en el calvo:
-Bueno tenemos sueños cada noche, aunque no los recordemos-
declaró el de pelo blanco sonriendo-. O eso dicen al menos.
-Es cierto.- Comentó el rubio mientras asentÃa a las
palabras del otro.- Yo anoche soñé con que volvÃamos a la playa de vacaciones… O
eso creo, nunca me acuerdo del todo de mi sueños, sé que habÃa arena pero no
recuerdo donde era exactamente…
-Yo no me refiero a sueños onÃricos amigos- repuso el calvo
con tono tajante-. Si no a aquellos sueños que tenÃamos en la infancia. Los
sueños realmente importantes que iban a hacernos especiales…
-Ya se cuales dices- contestó el rubio con una sonrisa
nostálgica-. Todos esos sueños locos de
infancia que nos iban hacer ricos y famosos.
El silencio cayó entre los ancianos de nuevo mientras cada
uno se hundÃa con su mirada perdida en sus propios recuerdos durante casi cinco
minutos.
Al fin el de cabello blanco
preguntó a los otros dos:
-¿Por qué abandonamos esos sueños?
- Abandonamos nuestros sueños por miedo a poder fracasar, o
lo que es peor, por miedo a poder triunfar.-Declaró solemne el calvo mientras
miraba a sus compañeros con ojos tristes.
>>Tuvimos miedo a fracasar o más bien a la tristeza
que nos hubiera comportado ver como el mundo destrozaba nuestros sueños.
-El primer paso para el fracaso es intentarlo-la voz del
rubio fue apenas un susurro.
-Eso es lógico- comento entonces el de pelo blanco-, quien
quiere perder el tiempo, el esfuerzo y la alegrÃa en algo que no puede salir
nunca bien. Por ello que todo el mundo abandona siempre sus planes y sueños de
infancia, crecemos y vemos que el fracaso es una opción.- se calló de nuevo
pensándolo durante unos segundos antes de concluir con un susurro:- Es algo un tanto triste.
-Muy triste- concedió el rubio.
-Lo que no le veo sentido es a eso de tener miedo al éxito-
continuo hablando el de pelo blanco fijándose en el calvo que estrechó los ojos
mientras le escuchaba-. Ósea, ¿Quién
puede tenerle miedo a conseguir sus objetivos y triunfar en la vida?
-Alguien que prefiere lo malo conocido a lo bueno por
conocer- el tono de voz de calvo se volvió un poco más duro y agrio mientras respondÃa
dirigiendo sus ojos al anciano de pelo rubio apagado-. Alguien cuya visión del
mundo hace que prefiera vivir en el sueño de su éxito y en su perfección hasta
el punto de que se olvide de llevarlo a cabo. O quizás que tema más a las
expectativas o al trabajo que surgirÃan de cumplir su sueño que prefiera
abandonarlo todo antes de enfrentarse al reto por buena que sea la recompensa…
>>Alguien que nunca ha sabido ver cuando debÃa
continuar y no abandonar un buen plan- añadió aun fijo en el anciano rubio-, y prefirió
ser olvidado a recordado por la facilidad que eso comporta.
-Tiene sentido- comento el de pelo blanco mirando también a
la tercera persona que habÃa sentado a la mesa.
-Mucho sentido- concedió también el rubio abstraÃdo en sus
pensamientos y ajeno a las miradas de los otros dos.
-Aunque nunca es tarde por mucho miedo que le tengas al
fracaso o al éxito- añadió el de pelo blanco con una sonrisa.
-Nunca es tarde para intentar recuperar un sueño- dijo el
calvo aun mirando al distraÃdo tercer miembro de la mesa seriamente.
De nuevo la conversación murió dejando que el silencio cayese
en aquella cocina en la penumbra del atardecer.
Un anciano con el pelo rubio apagado y ojos azules turbios
por la edad parpadeo para ahuyentar el sueño de sus ojos e irguió su espalda en
la vieja silla para observar la estancia y las otras dos sillas alrededor de la
mesa vacÃas que hacÃa ya unos años que nadie ocupaba.
Durante un momento pensó en que habÃa soñado con algo
realmente importante. Un sueño con sus mejores amigos, hacÃa tiempo fallecidos,
hablando sobre sueños o algo asà que le habÃa enseñado algo importante, pero
tras pensarlo un poco se encogió de hombros y decidió que no se acordaba por lo
que no serÃa importante...
-Los sueños nunca suelen serlo-murmuró para sà mismo mientras
que se ponÃa de pie y con un suspiro de cansancio se disponÃa a prepararse algo
de cenar para acabar un dÃa más en su tranquila vida.