Saluda a cada nuevo dÃa con una sonrisa, asà no sospechara lo que pretendes hacerle:
Nadie tiene buen aspecto recién levantado… Nadie.
Por eso cada dÃa cuando me miro en el espejo redondo de mi cuarto de baño me pregunto por qué todo el mundo se empeña en empezar sus rutinas delante de una cosa que nos obliga a vernos en uno de nuestros momentos más bajos que invita a preguntarnos que estamos haciendo con nuestra vida…
Con un gruñido aparté los ojos de aquel tipo de treinta y pocos años, con los ojos ligeramente enrojecidos e hinchados y barba de tres dÃas para lavarme la cara y afeitarme. A continuación pasé por la ducha y me vestà con mi traje negro de tres piezas y camisa blanca asegurándome de que la corbata tuviese un nudo perfecto tal y como mandaban las normas de la empresa.
Hoy era un dÃa importante y debÃa estar impecable.
Cuando estuve satisfecho con el resultado de mis esfuerzos, procedà a ponerme los zapatos, desayunar y tomar la mochila que habÃa dejado junto a la puerta y salà de casa hacia el punto de encuentro en la esquina donde mi calle se unÃa a una avenida más grande.
No tuve que esperar más que cinco minutos hasta que un enorme todo terreno negro se detuvo delante de mÃ.
La puerta del maletero se abrió y puse mi mochila junto a otras dos y luego ocupe la parte derecha del asiento trasero saludando a Tomas y Cris:
-¿Todo bien?- Me preguntó el pelirrojo Tomas desde el asiento del conductor poniendo el vehÃculo en movimiento en cuanto en acomode.
-Si claro.-Respondà mirando como sus pequeñas manos de piel pálida parecÃan crisparse sobre el volante.- Por fin han reparado las fugas de los desagües de mi edificio y ya no apesta. Lo que puedo afirmar sin lugar a dudas lo mejor que me ha pasado desde que empezó el año.
Mis dos compañeros se rieron ante mi respuesta como habÃan hecho durante el último mes cada vez que les mencionaba ese tema.
No me pasó por alto que la de Tomas era ligeramente forzada, una vez más los nervios le traicionaban antes de un trabajo y sobretodo aquel dÃa que habÃa que realizar un trabajo doble…
Por otro lado la risa de Cris era atronadora y enérgica, un reflejo de su cuerpo de casi dos metros y musculado que casi parecÃa encajonado en el asiento del copiloto a pesar de lo ancho que era vehÃculo:
-Bueno- me comentó esté ladeando al cabeza para mirarme -. Por lo menos tienes un motivo para volver a casa hoy y disfrutar de tu maravillosa vida sin olor a meirda…-Él se rio durante unos segundos por aquella “broma”, pero al ver que ni yo ni Tomas lo acompañábamos dejó de hacerlo y un silencio pesado cayó en el coche.
Siempre he pensado que para dedicarnos a lo que nos dedicábamos los tres debÃamos tener una mente especial, una que funcionase de forma distinta a la del resto y percibiese el mundo de forma distinta a la delos demás.
Pero el bueno de Cris con inoportuno sentido del humor y su cara bobalicona incluso cuando estaba serio como en ese momento parecÃa más “especial” que cualquier otro en la empresa, aunque no serÃa yo quien se lo dijese...
No querÃa terminar sangrando por varios orificios solo pro criticar su poco tacto y habilidad para los chistes.
En ese momento el coche se detuvo frente a otro edificio de apartamentos de la ciudad y tuve que replantearme mis últimos pensamientos sobre quien tenÃa la mente más “especial” en nuestro trabajo.
Un tipo vestido como los demás y una enorme sonrisa en su cara de mandÃbula cuadrada y pelo castaño recogido en una coleta nos miró y avanzo rápidamente para dejar su propia mochila en el maletero y luego entro dando un portazo al otro lado del asiento trasero:
-¡Buenos dÃas caballeros!- Exclamó alegremente mientras nos ponÃamos de nuevo en marcha.- ¿Por qué estáis tan serios amigos mÃos? ¡SonreÃd! Como siempre digo: ¡Saluda a cada nuevo dÃa con una sonrisa, asà no sospechara lo que pretendes hacerle!
Yo respondà a sus palabras con una sonrisa educada y un asentimiento a su filosofÃa de vida mientras él soltaba otra carcajada después de decir eso y continuo parloteando sin sentido sobre lo que iba viendo por la ventanilla y le pasaba por la cabeza.
Teo era un tipo especial.
Realmente especial.
La única manera que se me ocurre para describir su mente es compararla su mente es compararla el mar: En ocasiones estaba en calma como en ese momento y parecÃa amistosa pero de pronto se transformaba en ser un ser furioso y peligroso con olas que parecen devorar la tierra. Y pesé a que en la superficie puede parecer hermosa en lo hondo de la misma siempre hay una oscuridad llena de cosas peligrosas y llenas de tentáculos que son una discordancia en la obra de cualquier dios en sus cabales y que era mejor no conocer…
De esta forma continuamos avanzando pro la ciudad hasta que el coche llegó a nuestro destino: un callejón escondido lejos de las calles más concurridas. Los cuatro nos bajamos y acudimos a la parte trasera para tomar nuestras máscaras y herramientas de trabajo de las bolsas.
Tomas seguÃa nervioso y hacia un esfuerzo evidente para ignorar a Teo que ene se momento se estaba metiendo con Cris, el cual trataba de sonreÃr y capear sus chistes mientras se preparaba y reunÃa todas sus capacidades para el trabajo:
-¿Todos sabeis lo que teneis que hacer?- Nos preguntó Tomas serio cerrando el maletero.
Todos asentimos, Teo como siempre añadió una maldición y una risita a su gesto de conformidad y nos pusimos en marcha.
El asalto fue rápido y todo lo limpio que podÃa ser asaltar un bar de coreanos en el barrio chino a plena luz del dÃa.
En menos de diez minutos todos los orientales estaban muertos en el suelo por las balas de nuestras armas y antes de que pudieran devolvernos algunos disparos con poca precisión.
Tomas fue a la despensa y volvió con la maleta que habÃamos ido a buscar:
-Buen trabajo tÃos- comentó Teo desde atrás de s mascara blanca y sin rasgos-. Sera mejor que nos larguemos…
La detonación de mi arma ahogo sus últimas palabras mientras le disparaba entre los ojos.
Su cuerpo se cayó hacia atrás muerto en el suelo:
-Bueno misión cumplida- comentó Tomas-. Un maletÃn recuperado y un imbécil muerto.
-Vámonos de aquÃ- respondÃ.
Los tres nos marchamos rápidamente sin mirar atrás.
Un bar lleno de muerte no era algo nos mereciese más de un pensamiento una vez que habÃamos terminado con nuestro trabajo. De hecho al mirar al retrovisor vi que Tomas me sonreÃa y yo me descubrà devolviéndole el gesto mientras Cris tarareaba una canción popular ahora que ya habÃamos acabado.
Realmente tenÃamos una mente especial.